Publico a continuación el primero de tres textos remitidos por María Victoria Rodríguez. Queda abierto al comentario y debate.
"Y es que en el origen de la filosofía está la admiración, según textos muy venerables nos dicen; pero está también la violencia, según otros, no menos venerables, aseguran. Admiración y violencia. De esta rara conjunción se ha engendrado la filosofía, tan mixta por ello, tan poco pura como haya podido serlo el amor a través de las palabras de Diotima a Sócrates. Si el amor es hijo de la pobreza y la riqueza, de la esplendidez y la miseria, la filosofía es hija, a su vez, de dos contrarios: admiración y violencia. La primera nos mantiene apegados a las cosas, a las criaturas, sin podernos desprender de ellas, en un éxtasis en que la vida queda suspensa y encantada. De ella sola no podría derivar algo tan activo como el pensamiento inquiridor, como el pensamiento develador. Hace falta que intervenga alguien más: la violencia, para que surja algo que se atreva a `rasgar el velo´ en que aparecen encubiertas las cosas. ¿Y de dónde nace esa violencia? ¿Qué quiere decir esa violencia? Lo hemos dicho: quiere. La violencia quiere, mientras la admiración no quiere nada. A esta le es ajeno perfectamente el querer; le es ajeno y hasta enemigo todo lo que no sea proseguir su inextinguible pasmo extático. Y, sin embargo, la violencia viene a romperla, y rompiéndola en vez de destruirla hace nacer algo nuevo, un hijo de ambas: el pensamiento, el incansable pensamiento filosófico.”
ZAMBRANO, M., Pensamiento y poesía en la vida española, en Obras Reunidas. Primera entrega, Aguilar, Madrid, 1971, p. 271)
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